lunes, 28 de junio de 2010

EL COSTILLAR DE ROCINANTE
( perspectiva de un héroe con lejano punto de fuga)

14.
Pasamos el día en la aguada fría, al lado del fuego, esperando noticias de Miguel y Urbano que eran los chaqueadores.
El plazo para moverse era hasta las 15 horas, pero Urbano llegó pasada esa hora a avisar que se había llegado a un arroyo y que se veían piquetes, por lo que creía podría llegar a Río Grande. Nos quedamos en el lugar, comiéndonos el último potaje, no queda más que una ración de maní y 3 de mote.
He llegado a los 39 y se acerca inexorablemente una edad que da que pensar sobre mi futuro guerrillero; por ahora estoy “entero”.
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(del “Diario del Che en Bolivia”, fecha 14 de junio de 1967)


Han transcurrido ya 39 años de la muerte del Che, tantos años como los que alcanzó a vivir. Anotaba, en 1992, cuando se cumplieron los 25 años de esa muerte, tan oscura y miserable como gloriosa y paradigmática, que la prensa de izquierda en Chile (El Siglo, Punto Final, entre otras publicaciones) limitaba su visión retrospectiva a unos pocos artículos, fríamente ideológicos, destinados a convencernos de la estricta observancia de la disciplina y estrategia partidista por parte de Guevara, cuando ya en esos años era historia escrita que su aventura guerrillera no contó con las simpatías de Fidel ni de las estructuras oficiales de las sucursales locales americanas del Partido Comunista de la Unión Soviética, en especial, por cierto, del Partido Comunista Boliviano, cuya actitud negativa ante la creación del foco guerrillero ahorra comentarios. Luego de la trágica muerte del Che todos ellos, y, en especial Fidel, corrieron a hacer de él una bandera y un símbolo, y el por ese entonces gigantesco aparato de la propaganda internacional comunista logró hacer de Ernesto Guevara una figura mítica de los años 60 y 70, cuya efigie adornó las cabeceras de millones de adolescentes de todo el mundo, que se identificaron legítimamente con la figura y el ejemplo de este hombre que, a los 39 años, y luego de haber disfrutado del poder y de los privilegios de la revolución triunfante en Cuba, lo dejó todo para ir a morir miserablemente junto con un reducido destacamento de guerrilleros en fuga en una cañada del sur de Bolivia.

No, no logra convencerme la estricta disciplina partidista, ni el consecuente materialismo histórico del Che. Si estas “cualidades” hubieran sido reales, seguramente hoy tendríamos a un individuo de 78 años, ministro de alguna importante cartera en Cuba (en el mejor de los casos. Disidente y preso político o, aún peor, exiliado anticastrista, en el peor), seguro candidato al olvido histórico, y no la estremecedora figura del comandante guerrillero, de cabellos revueltos y marcial mirada, con una estrella en su birrete, inspirador de himnos y canciones, héroe y ejemplo para la juventud inconformista y rebelde de todos los tiempos.

También es cierto que, posiblemente, nuestro continente se habría ahorrado algunos miles de víctimas de la acción revolucionaria y de la respuesta represiva que aquella trajo como consecuencia, brutal y desproporcionada, pero la historia está escrita, y escrita con sangre,y las buenas intenciones no la cambiarán. Al respecto, debemos pensar que no hay esperanzas. Luego de la pacífica rendición y caída de los llamados “socialismos reales” y del sangriento corolario que la humanidad presenció en la descomposición de las antiguas unidades políticas comunistas (URSS, Federación Yugoeslava), y la resurrección de los nacionalismos étnicos, vemos que la historia no se detiene ni tiene fin, como lo quisieran los satisfechos tecnócratas del neoliberalismo, y se sigue escribiendo con la misma tinta.

Ciertamente, para la actual izquierda, incluída la así llamada revolucionaria, o extraparlamentaria, comprometida de lleno y exclusivamente con el “derecho humanismo”, distracción ideológica que, a manera de “trago del estribo” o cóctel de despedida, le ofreció el liberalcapitalismo antes de enviarla al museo de las curiosidades históricas, con su tono “debole”, “light”, “soft”, izquierda feminista, pacifista, libremercadista, y cuyos mayores intereses se centran en el divorcio, el aborto, o la libre y democrática distribución de condones o “píldoras del día después”, el Che resulta más bien un incómodo recuerdo, un peso moral que para algunos se hará insoportable, y al que resulta más fácil olvidar o transformar en insignia, olvidando sus contenidos y exigencias políticas.

Ya en aquellos años, de esa misma izquierda surgieron las críticas de “infantilismo revolucionario”, “romanticismo anárquico”, “aventurerismo voluntarista”, que tan irónicamente comenta Guevara en su Diario, seguramente no sin una secreta amargura y desencanto al comprobar que las virtudes del guerrero no estaban democráticamente distribuidas, y que el hombre nuevo que aspiraba a crear a través de la guerra revolucionaria era más bien, como el unicornio, una especie mitológica. Y, no obstante ello, el Che, con su vida y con su muerte probó, más allá de toda consideración ideológica, que ese hombre podía existir.

3.
….. La radio trajo la noticia de 2 prisioneros: Antonio Domínguez Flores (León) y Orlando Jiménez Bazán (Camba), éste reconoce haber luchado contra el Ejército; aquel dice haberse entregado confiado en la palabra presidencial. Ambos dan abundantes noticias de Fernando (el Che, n.d.a), su enfermedad y todo lo demás, sin contar con lo que habrán hablado y no se publica. Así acaba la historia de dos heroicos guerrilleros.
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(del “Diario del Che en Bolivia”, fecha: 3 de octubre de 1967, cinco días antes del combate del Yuro).

Por otra parte ¿qué tiene que ver este hombre nuevo con el materialismo histórico?. El hombre nuevo al que aspira Guevara, intentando primero fundir el molde en su propia carne, se acerca más, a decir verdad, a Nietzsche y Ernst Jünger, con su énfasis puesto en el individuo y en su experiencia vital, que a la visión clasista y sociológica-economicista de Marx y Engels. Está aquí clara y explícitamente expresado un ideal que, teñido de humanismo, define una suerte de aristocratismo superhumanista revolucionario (obviamente entendido el superhumanismo en el sentido nietzschiano). El guerrillero, vanguardia del pueblo, es, debe ser, moral y humanamente superior a la masa de ese pueblo a la que aspira a redimir. Guevara es un moralista de la política, que gusta de las charlas de campamento, pero también del ejemplo personal, entregado en cada una de sus acciones como guerrillero y revolucionario. Por otra parte, el voluntarismo del comandante se transparenta en más de un párrafo de su Diario. Su deseo de soltar las amarras con la férrea organización del partido se trasluce en variadas ocasiones, como cuando, luego de reunirse con el secretario del PC boliviano, Monje, dice textualmente: “La actitud de Monje puede retardar el desarrollo de un lado pero contribuir por otro, a liberarme de compromisos políticos”. De hecho, la presencia del Che en Bolivia generó una grave perturbación en el seno del partido local. Aquellos que ingresaron a las filas guerrilleras fueron expulsados o bien obligados a renunciar. Significativo resulta el párrafo antes citado, en que se refiere a la liberación de los compromisos políticos.

Analizada en esta perspectiva, la aventura boliviana del Che y sus hombres aparece como una quijotada, guiada por valores que expresan un compromiso con América, contra el imperialismo y a favor de la lucha por las “naciones proletarias”, en el sentido que ya le había dado a esta lucha Corradini, el ideólogo y dirigente del fascismo italiano. Así, el fracaso de esta aventura debe haber sido tanto más doloroso para Guevara, puesto que fue ultimado por un soldado boliviano, el suboficial Terán, que formaba parte de ese mismo pueblo al que intentaba liberar de las garras imperialistas.

3.
Salimos a las 6:30 por la margen izquierda del arroyo caminando hasta las 12 horas, en que se mandó a Benigno y Ricardo de exploración al camino, encontrando un buen lugar para emboscada. A las 13 ocupamos posiciones, Ricardo y yo con un grupo cada uno en el centro, Pombo en un extremo y Miguel, con toda la vanguardia en el punto ideal. A las 14:30 pasó un camión con chanchos que dejamos pasar, a las 16:20 una camioneta con botellas vacías y a las 17 un camión del ejército, el mismo de ayer, con dos soldaditos envueltos en frazadas en la cama del vehículo. No tuve coraje para tirarles y no me funcionó el cerebro lo suficientemente rápido como para detenerlo, lo dejamos pasar. A las 18 levantamos la emboscada y seguimos camino abajo hasta encontrar el arroyo de nuevo. Apenas llegamos pasaron 4 camiones en fila y luego 3 más al parecer sin ejército.
(Del “Diario del Che en Bolivia”, fecha:3 de junio de 1967).

La misma piedad que lleva al Che a perdonarles la vida a los soldaditos del camión es la que le hace decir “….el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor….tiene que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible” (citado por Miguel Orellana B., “Che Guevara, Ayer y Hoy”, El Mercurio, Santiago de Chile, 16 de octubre de 1992, pág. A2). Es una noción de la guerra, si se quiere, romántica, diametralmente opuesta a aquella que hoy permite masacrar a un pueblo mediante el bombardeo masivo y sistemático, o a la del oscuro terrorista anónimo que, sobre seguro, hace estallar una bomba que matará a muchos inocentes. Para el guerrillero, para el revolucionario, la discriminación entre verdaderos amigos y verdaderos enemigos está fuera de discusión. El Che, en su avance por las montañas, cuidará de no perjudicar a los campesinos pobres. Pagará por todo aquello que tome y procurará difundir su mensaje revolucionario entre el campesinado de los pueblos y entre los soldados prisioneros, a los que tratará con todas las consideraciones posibles. Él sabe que ese no es su enemigo. Éste se encuentra entre los altos mandos del corrupto ejército, entre los extranjeros dueños de la riqueza minera, entre los rangers estadounidenses que asesoran al ejército, en las cúpulas gobernantes entregadas al imperialismo.

El Quijote, por otra parte, aparece como un modelo al que el Che admira. Vemos, en su carta de despedida dirigida a sus padres al momento de dejar Cuba, esta identificación con el hidalgo de la Mancha: “Queridos viejos: otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con el adarga al brazo. Hace de esto casi diez años, les escribí otra carta de despedida. Según recuerdo, me lamentaba de no ser mejor soldado y mejor médico. Lo segundo ya no me interesa, soldado no soy tan malo…Puede que ésta sea la definitiva. No la busco, pero está dentro del cálculo lógico. Si es así va un último abrazo. Los he querido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño, soy extremadamente rígido en mis acciones y creo que a veces no me entendieron. No era fácil entenderme, por otra parte. Créanme, solamente hoy”.

Este hombre joven, este médico argentino que ha abandonado las comodidades de una familia burguesa (la familia del Che formaba parte de la vieja alta burguesía argentina, y algunos de sus parientes próximos, sus primos hermanos, formaron parte de la ultra derecha fascista de fines de los 50 y principios de los 60, estando entre los dirigentes del conocido grupo nacionalista Tacuara) no abandona, ni aún con su marxismo en la mochila, la conciencia de ser un hidalgo. Sus conceptos del honor, de la lealtad y la compasión con el enemigo caído así lo demuestran. Desgraciadamente, sus seguidores de los años 80 y posteriores no supieron o no quisieron entender y asumir esta carga valórica que impregnó la acción del Che. El criminal terrorismo urbano, aunque encubierto en muchos casos tras la efigie de Guevara, en realidad se encontraba en las antípodas de su cosmovisión idealista, y no cabe duda que él lo habría repudiado.

Es probable que Guevara, de haber sido otro el desenlace de la guerrilla en Bolivia, habría seguido un camino muy diverso del que asumió la izquierda revolucionaria en los años posteriores. En esto no se puede más que especular. Pero tal vez él representaba el último bastión de una izquierda nacionalista hispanoamericana que tenía su remoto origen en César Augusto Sandino, y con él pereció una forma de ser de la izquierda que, tal vez, podría haber generado un camino de encuentro con todos aquellos que aún hoy anhelan una América libre de la opresión imperialista. Su solitaria muerte, sus anotaciones, su actitud irónica frente a las hipócritas declaraciones de los partidos comunistas americanos y europeos nos lleva a pensarlo.

8.
Un diario de Budapest critica al Che Guevara, figura patética, y al parecer irresponsable y saluda la actitud marxista del partido chileno que toma actitudes prácticas frente a la práctica. Como me gustaría llegar al poder nada más que para desenmascarar cobardes y lacayos de toda ralea y refregarles en el hocico sus cochinadas.
(Del “Diario del Che en Bolivia”, fecha 8 de septiembre de 1967).

Desde la profunda distancia política y filosófica que me separa del Che Guevara no puedo menos que saludar a este héroe de una causa hoy perdida y en retirada en todos los rincones del planeta. Pero los héroes no mueren por causas triunfadoras. El héroe enfrenta su destino sin tomar en cuenta la conveniencia o la utilidad. Y el heroísmo es valioso, de dondequiera que proceda, porque ayuda al hombre común a elevarse de su miserable condición de criatura terrestre y a entender que existe un camino para ser “más que hombres”. Algunos podrán decir “non poema, sed causa facit martyrem”, intimidando a ingenuos y sentimentales a no fiarse de falsos mitos, invitándolos a señalar, con visión crítica y más allá del chispeante polvo del heroísmo, la barbarie de la causa servida por el Che y el tenor de los modelos sociales que él quería ver aplicados en los países que buscaba “liberar”. Pero, nuevamente, mi voz quedó fuera del coro, aunque sé bien que, con rigor histórico, también habría que sondear en el “dark side” del Comandante Guevara…..¿Era realmente la suya una “entrañable transparencia”, como reza una bella canción compuesta para su muerte, repetida en tantas guitarras en los pasillos de las facultades y que también conquistó a muchos “del otro lado”?. En fin, de qué “lado”. Pero tampoco escribieron bellas páginas los paras franceses en Argelia o los mercenarios de la Unión Minera en el Congo, los que, tal vez, a su manera, como el Che a la suya, defendían una realidad más elevada que los intereses de alguna sociedad por acciones. Por otra parte, conozco la conclusión de los sagaces y maduros cultores de la razón política: estar de aquí o de allá. ¿Eres de izquierda? Entonces cómete la barbarie estalinista y soporta el paredón de Castro, un precio relativamente bajo para la liberación de la humanidad de sus cadenas. ¿Eres de derecha? Métete entonces en la cabeza que los gorilas que mataron al Che y que se fotografiaron triunfantes junto a su cadáver no eran más que vulgares carniceros, pero que defendían tu propia libertad, tal como lo hacían los yankees groseros en Vietnam, luchando contra el heroico Vietcong.

“Cuándo llegué al aula, el Che se incorporó y me dijo:”…Usted ha venido a matarme”.
Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. “¿Qué han dicho los otros?” me preguntó.
Le respondí que nada.
No me atrevía a disparar. En ese momento vi al Che muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentí que se me echaba encima y me dio un mareo.
-Póngase sereno –me dijo- Apunte bien.
Entonces dí un paso hacia atrás, hacia la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga.
El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y comenzó a perder muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en un hombro y finalmente en el corazón:”
(Relato del suboficial Terán a Antonio Arguedas, ex ministro de gobierno, en versión dada a Prensa Latina)


¡Elige, caramba, de qué parte estar! ¡Razona en términos políticos de una vez por todas, en vez de elegir sobre la base de la ética o la estética!. De otro modo continuarás coleccionando falsos mitos y auténticas derrotas. El aventurero combate siempre contra molinos de viento; su verdadero objetivo, su profunda verdad, es la nada. Así terminan los guerreros homéricos, los caballeros del rey Arturo, los samurais y los “proscritos” de Von Salomon. El caballo de don Quijote no lleva a ninguna parte.

Sé bien que el desencanto es un gran maestro de la verdad histórica. Quizás las cosas son como los sagaces y maduros cultores de la razón política sugieren: no es Lawrence de Arabia, sino el desierto, lo que amamos; no es el Che, sino el mar de banderas rojas; en el fondo subsiste el “bello reclamo de las ideas por las cuales se muere”, como recitaba ese decálogo nihilista que era el Manifiesto Futurista.

Todo esto es quizás verdad. No obstante, las dudas de mi imperfecto y mortecino cristianismo me han hecho siempre acercar la Nada a la Cruz, y desde el viernes hasta el domingo de la Semana Santa me vengo repitiendo, cada año desde que comencé a creer que entendía, que el nuestro es un Dios de la derrota.

No alcanzo a pensar en las cárceles castristas, no sé concentrarme en el fracaso de la economía cubana; me vienen a la mente las famélicas muchedumbres del tercer mundo,los condenados de la tierra, los verdaderos pobres que a mis ojos de cristiano –si pudiera de verdad serlo- deberían ser tan bellos como bella aparecía Doña Dulcinea del Toboso, la encantadora doncella, al Ingenioso Hidalgo. Como señala Miguel Orellana B. en el artículo ya citado, el combate del Che fue motivado por “una exacerbada sensibilidad frente al sufrimiento humano, tanto aquel que importa a nivel individual la condición paupérrima de grandes sectores de la población, como aquel que representa la impotencia de los estados débiles frente a los estados fuertes”. Es probable que el Che haya errado al creer que su ideal de hombre y de sociedad se realizaría a través del marxismo leninismo (no pequeño error si lo analizamos con la perspectiva de 39 años de historia transcurrida). Pero también es probable que su evolución vital y política lo hubiera llevado más allá de las fronteras rígidas y burocráticas del aparato comunista. Y no cabe duda que esa evolución no habría seguido la tendencia de la “izquierda caviar” hoy dominante, de esa izquierda para ricos que ya hace tiempo viene mostrando impúdicamente sus vergüenzas en Europa y América. La vía del socialismo heroico, del socialismo americano, libre de contaminación neoliberal y libremercadista, arraigada en nuestra historia, en nuestras tradiciones políticas y sociales y en nuestra identidad continental, sigue siendo una vía aún no transitada. Quizás esa vía pasaba por la cañada del Yuro. Quizás en esas tierras sí moraba Dulcinea. Y por salvar a esa doncella del encantamiento capitalista fue que Ernesto Guevara de la Serna ensilló el caballo de Don Quijote. Veleidoso fracasado, revolucionario frustrado, dirán algunos, quizás muchos, y quien no lo dice tal vez lo piensa, y tal vez tienen razón. Pero no son éstas, en la cuenta final, las cosas que de veras importan.

Hasta siempre, Comandante.

“Encontrar la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana el comportamiento heroico de la guerrilla es…….una de nuestras tareas fundamentales”.
ERNESTO “CHE” GUEVARA

“Todos los hombres sueñan, pero no en la misma forma. Aquellos que sueñan de noche en los polvorientos rincones de su mente, despiertan al día para darse cuenta que todo fue vanidad. En cambio, los soñadores despiertos son hombres peligrosos, porque ellos sueñan con los ojos abiertos para poder lograr sus sueños”.

T.E. LAWRENCE (“Los Siete Pilares de la Sabiduría”).




JOSE AGUSTIN VASQUEZ M.

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